Masoquismo narcisista
“Escuchad mis palabras, sed testigos de mi juramento… La noche se avecina, ahora empieza mi guardia. No terminará hasta el día de mi muerte. No tomaré esposa, no poseeré tierras, no engendraré hijos. No llevaré corona, no alcanzaré la gloria. Viviré y moriré en mi puesto. Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo que defiende los reinos de los hombres. Entrego mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche, durante esta noche y todas las que estén por venir.”
Estas pocas frases constituyen el juramento, en la saga de Juego de Tronos, que convierte a los que han caído en desgracia de ser enviados al muro, en un miembro de la llamada Guardia de la Noche. El muro como es sabido es una fortificación de hielo inmensamente alta y cientos de kilómetros de longitud que supone la defensa de los siete reinos de los salvajes, espectros, gigantes y demás criaturas que conforman el “pueblo libre”. Son en última instancia la defensa vigilante que no permite la entrada al “mal”. Es fácil encontrar en el imaginario referentes a algo parecido en nuestras sociedades occidentales. Muros que se alzan para dividir en las fronteras e impedir que se pueda cruzar al otro lado. Es especialmente definitorio de lo que se hace hoy día con la inmigración. Levantar un muro físico pero también psíquico, concibiendo al extranjero del “otro lado del muro” como invasor, delincuente y carente de valor. El muro físico, en forma de alambradas intenta evitar el paso. El psíquico armarse de razones, disminuir la empatía y que no aflore la culpa.
En cualquier caso y dejando de lado esto, es interesante analizar las palabras del juramento, en cuanto expresión de unas personas que van a dedicar su vida, a arriesgarla o incluso morir por defender la posición privilegiada de otros. Son palabras en tono épico que hablan de la renuncia total. La Guardia de la Noche en sí misma es un castigo para los que son enviados. Una especie de Legión Extranjera involuntaria, de la cual el que forma parte lo hace de por vida. En su mayor parte criminales y aunque la mayoría de baja extracción social, este duro y penoso castigo podían sufrirlo hijos de nobles que hubieran caído en desgracia. Esto constituye una clara diferencia con la sociedad de nuestros días, donde no parece que pudiera darse algo así.
Del juramento en sí, lo que llama la atención es el carácter épico y glorioso que queda delimitado por dos líneas: 1) la renuncia a todo (esposa, hijos, tierras, la entrega de la propia vida como tal). Pero no es una renuncia en vano (en el cine, los sacrificios del héroe raramente lo son). Es un sacrificio necesario para lograr: 2) la misión valiosísima que se jura desarrollar (ser espada, fuego, luz, escudo). Es decir, en el contexto de personas que están recibiendo un castigo, desvalorizadas, que han cometido crímenes en muchos casos, se alza una identidad (una creencia sobre uno mismo que se asienta en la autoestima). La identidad que se obtiene por el sacrificio y la privación de placeres. Este sencillo concepto: obtener el carácter de ser excepcional y grandioso a través de la privación de placeres y el sufrimiento es lo que se denomina Masoquismo narcisista. Es el caso de la madre que renuncia a todo, para sentirse buena madre, obra todo tipo de sacrificios vitales, para que su hijo/a supuestamente disfrute o se le evite un dolor. En ocasiones esto se explicita poniéndolo sobre la mesa (“yo lo he dado todo por ti…”), en un intento de retener al hijo a través de la culpa, retener su amor, su valoración y su función de espejo que le refleje esa grandiosidad (que íntimamente no llega a sentir).
La línea divisoria entre el masoquismo narcisista y el sacrificio sincero, caracterizado por la renuncia y el esfuerzo, es muy débil. Y no es posible sacar conclusiones fiables a través de la conducta externa de la persona, a través de lo que hace. Porque lo que marca la diferencia entre ambas es lo que significa el sacrificio en la fantasía de cada uno.
Las personas que poseen este rasgo de masoquismo narcisista buscan una identidad, ser excepcionales. El aplauso y el reconocimiento. Los sufrimientos son para ellos, auténticas pruebas de su “superioridad”, y frente a otros que no serían capaces de tales sacrificios, el masoquista sí lo es. En el sacrificio y renuncia como actitud vital sana, no hay esa búsqueda de reconocimiento. Todo el displacer, las tareas trabajosas, son un precio que hay que pagar para alcanzar el objetivo. Sería el caso de una madre o de un padre por ejemplo, que se sacrifica en lo necesario para el bienestar del hijo/a y se queda una tarde haciéndole un disfraz para el colegio. Pero es capaz de delegar en otros momentos y de buscar también su bienestar. No plantea sus cuidados como “muero yo para darte la vida”, si no: me esfuerzo por tu bienestar y yo también quiero bienestar para mí. En ese sentido siempre hay que sospechar de las personas que se sienten muy cómodas en el rol dador, haciendo favores, dando a otros/as, esforzándose por ellos/as, pero no permiten o evitan estar en el otro polo del rol y ser en ocasiones, las que reciben ayuda. Lo viven de forma incómoda, íntimamente con una vergüenza de la que muchas veces no son conscientes. Y no pueden delegar en otros y que estos sean esta vez los que se esfuercen. Si uno vive el hecho de pedir o recibir como algo vergonzoso, se estará situando en la actitud de dar como una huida de esa vergüenza y el deseo de situarse en un plano de supuesta superioridad moral, al que se accede por su sacrificio y sufrimiento. En la actitud sana de esfuerzo y entrega lo que predomina es el eros, se da porque se ama, se aprecia a la otra persona y se quiere su bien. En la actitud del narcisista el foco está puesto en uno mismo, en sentirse importante o superior, y por ende el otro, su bienestar es importante pero en tanto es la prueba de la grandiosidad del narcisista.
En el caso de la Guardia de la Noche y su juramento, parece como la búsqueda de un honor perdido o que nunca se tuvo, de una identidad valiosa por la misión que se desempeña. Como si fuera lo único que les queda, haciendo de la necesidad virtud. Ante la amarga situación obligada de tener que renunciar a casi todo, al menos recuperar el alimento que supone la autoestima. Una especie de ascensión espiritual: se renuncia a la carne, a los placeres mundanos, para dedicarse a una misión esencial y que de algún modo recuerda a las órdenes religiosas, en cuanto al apartamiento de lo mundano. La renuncia por la que sus crímenes anteriores (pecados) son perdonados. Un alto precio a pagar por la redención o la reparación del daño que se pudo hacer. En nuestra vida, todos tenemos la posibilidad de reparar. Pero la reparación sana recordemos, no tiene que ver con la anulación o el infligirse daño a uno mismo si no con restituir al otro algo que es suyo.
Buen día!
Me podría dar información de algunos autores que hablen acerca del continum en el masoquismo y narcisismo. He buscado información sobre eso, pero lamentablemente no he encontrado.
Gracias de antemano.
Quizá te pueda interesar Paul Claude Racamier, que creó el término “perversión narcisista”. Tiene algunos trabajos del año 86 en la revista francesa de Psicoanálisis. En realidad la perversión narcisista es un concepto que se emparenta con la patología narcisista de Kernberg. Sobre el perverso narcisista también habla otra psicoanalista, también francesa, Marie-France Hirigoyen. Tiene un libro muy famoso, “El acoso moral” o algo similar donde desarrolla esto. Y bueno, Hugo Bleichmar, en su libro “Avances de Psicoterapia Psicoanalítica” habla del masoquismo narcisista en su capítulo sobre el narcisismo. Te recomendaría un documental espectacular, no estrictamente sobre masoquismos, pero sí sobre perversión, psicopatía y narcisismo, sobre Frederic Bourdin, se llama “El impostor” (2012), un suplantador de identidades, la película ilustra su caso más famoso de suplantación. Es fácilmente encontrable en la red. Espero que algo de todo esto te sirva. Un saludo!