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Preguntas frecuentes

Es un tratamiento enfocado a mejorar la calidad de vida de la persona, su salud mental y relacional.

El concepto de salud es amplio e integra un bienestar físico, psíquico y social. Trastornos de ansiedad, depresivos, miedos, anorexias, adicciones, trastornos de personalidad, emocionales, dificultades de comunicación son algunos trastornos que suelen requerir un tratamiento psicológico. Por otro lado, no es necesario presentar un trastorno diagnosticable para beneficiarse de una terapia psicológica.

La psicoterapia puede ir orientada a ayudarte en la adaptación a nuevas situaciones que estés viviendo (separaciones, pérdidas, retos, etc.), mejorar las habilidades para relacionarte, asesoramiento en la toma de decisiones, crecimiento personal, etc.

Un aspecto importante es que el tratamiento se suele basar en el vínculo con el terapeuta que acompaña a la persona en el camino de descubrir lo que le está influyendo y condicionando. A descubrir cómo es y cómo puede afrontar mejor su día a día.

Es importante entender que el psicólogo no es un sabio que nos va a iluminar (lo que no significa que no sepa muchos sobre el camino a recorrer), ni un juez que viene a imponernos sus criterios morales, si no un acompañante cuya labor es más desbloquear, aclarar, impulsar y hacer que la persona se cuestione las explicaciones sobre lo que le pasa con las que inevitablemente llega a consulta que a una relación sabio-alumno.

De la calidez, confianza y encuentro entre estas dos personas, paciente y terapeuta depende en gran parte que se pueda profundizar en los conflictos y las partes que puedan estar dañadas.

El hecho de que el terapeuta tenga una buena formación y experiencia puede ayudar a la hora de aplicar algunas técnicas que permitan crecer a la persona, tomar conciencia de las cosas y en definitiva hacer un cambio en su vida.

Existen múltiples tratamientos, estrategias y técnicas. A grandes rasgos, podemos dividirlas en 4 grandes bloques:

1) los tratamientos psicoanalíticos y psicodinámicos, basados en que afloren aspectos inconscientes que están determinando al individuo así como al análisis de aspectos como la forma de posicionarse en la vida, de defenderse, o el análisis de los conflictos más básicos del paciente, que inevitablemente se repiten con unas personas u otras y también se van a repetir y actualizar con el terapeuta, en la relación con él. Son terapias más introspectivas.

2) las terapias de tipo humanista, como el Psicodrama por ej. que son terapias más activas, en las que se pueden hacer ejercicios parecidos al role-playing, usar sillas, cojines, hacer pequeñas dramatizaciones, etc. Las psicoterapias humanistas comparten una confianza en el ser humano y su capacidad para enfrentarse y superar los conflictos vitales. En estas psicoterapias el origen de los conflictos que más tarde cristalizan en trastornos son la existencia de relaciones interpersonales que dañaron. Ese sufrimiento que se produjo en determinadas relaciones es la semilla que con el tiempo se organizó conformando trastornos  emocionales, de personalidad, etc.

3) las de tipo cognitivo-conductual, basadas en analizar pensamientos, sentimientos y conducta y la relación entre ellas. Muy utilizadas en el tratamiento de tipo ansioso o depresivo. En este tipo de terapia se pueden usar registros de los síntomas que debe hacer el paciente durante la semana, o realizar pequeñas tareas que se planificaron y explicaron en la sesión de terapia.

4) la terapia sistémica, que tiene una concepción más relacional, y en la que se intentan hacer cambios en los sistemas en los que está incluido el individuo (por ej: el sistema familiar). La concepción es enfocar no tanto sobre el individuo si no sobre la estrecha red de relaciones en las que se ve inmerso. Es decir que los síntomas y los trastornos son el resultado de relaciones conflictivas entre personas. Sin embargo estos 4 bloques no agotan la diversidad de enfoques y terapias que existen.

Últimamente un tipo de psicoterapia que está utilizándose mucho es la E.M.D.R (siglas que hacen referencia al Reprocesamiento y Desensibilización a través de Movimientos Oculares) que aúna aspectos de las otras terapias ya comentadas. Por supuesto que más allá del enfoque, en un proceso terapéutico se pueden combinar técnicas. Por ej: una terapia activa como el psicodrama y realizar también E.M.D.R, etc. Y por otro lado, aunque cada terapia hace énfasis en algunos aspectos u en otros, muchas veces se solapan y se pueden integrar, en la búsqueda del mayor beneficio posible para la persona.

Es una pregunta de difícil respuesta. Si hubiera una única respuesta significaría que todas las personas somos iguales, reaccionamos de igual manera y la terapia haría las veces de pastilla mágica que hace efecto en un tiempo determinado.

Afortunadamente cada persona es diferente y varía en muchos aspectos: la intensidad de los síntomas, los apoyos en su entorno, la capacidad de esfuerzo, el tipo de trastorno, el número de sesiones semanales, etc. También depende de la profundidad de los cambios que se desean. En cualquier caso, lo habitual es que sea un periodo prolongado que va de unos meses a 1 año o en muchos casos más.

Es preciso tener en cuenta que el malestar se tomó su tiempo para ir cristalizando en forma de síntomas, no tuvo prisa. No recomendaría a nadie, en principio, una actitud ansiosa de querer ver resultados inmediatos. Aunque es propio de estos tiempos el querer las cosas de manera urgente.

La salud y el bienestar son tan importantes como para darnos un tiempo para crear un vínculo de trabajo, calidez y sinceridad y poder ir entendiendo cosas y entendiendo-se y dar tiempo a que la persona vaya liberándose de lo que le determina en el momento de acudir a consulta.

Las sesiones duran normalmente en torno a 50 min. Esto no significa que en una sesión determinada si se está tratando un tema importante o emocionalmente intenso se vaya a cortar inflexiblemente a los 50 min. justos.

Si entendemos la pregunta como algo peligroso, que vayas a dejar de ser quien eres, evidentemente no.

Sería entender la terapia como una especie de “lavado de cerebro”. Nada más alejado de la realidad. La estructura de personalidad por otro lado es inamovible. Si uno tiene una estructura obsesiva, seguirá siéndolo, las estructuras son inmodificables.

La aspiración en todo caso de la terapia será flexibilizar la personalidad, que uno pueda permitirse cosas, que pueda cambiar de registro, desarrollar cuantos más roles mejor, de cara a enriquecer esa estructura. No se puede cambiar la personalidad, pero sí es bueno que la persona pueda modularla.

En ocasiones lo que lleva a las personas a consulta no es tanto un conflicto de uno mismo (intra), si no de la relación con el otro/a, con la pareja (inter). Es el vínculo lo que se haya en conflicto o enfermo.

La terapia de pareja consiste en el tratamiento de ese vínculo. En este caso ambos acuden a consulta. En ese proceso se verán las pautas de comunicación, lo que les une y todavía está sano en la pareja, las barreras para la relación, cómo es la relación a la que aspiran y si esta es viable, cómo pueden afrontar conflictos de manera más constructiva, etc.

En la primera sesión se produce un aterrizaje en lo que el paciente expone. La persona viene siempre con muchas cosas que contar y una explicación intuitiva de por qué le pasa lo que le pasa.

La primera sesión sirve para entre otras cosas, ver si el terapeuta considera que puede ayudar al paciente y para ir creando un clima mutuo de colaboración y confianza. En ese sentido el paciente también debe ver si está a gusto con la persona que está al otro lado, si se siente juzgado o no se siente estimulado a profundizar, etc.

Las siguientes sesiones son de evaluación. El terapeuta irá recabando datos sobre la historia pasada y actual, y le irá preguntando sobre la relación con otras personas significativas, pequeños o grandes traumas, experiencias biográficas. Esto puede durar 2-3 sesiones. Esto da paso a que el terapeuta comparta con el paciente las hipótesis de cómo ve la situación, los conflictos, que le ayude al paciente a re-ordenar su vida con una visión diferente. Se establece un plan de trabajo que es el que se irá desarrollando en las siguientes sesiones. Periódicamente se va evaluando cómo se siente la persona, sus dificultades, cómo se siente con la terapia, etc.

Lo que se habla en las sesiones, entendido como el tema que se trate, es algo que propone el paciente, y puede ser cualquier cosa que quiera revisar, pasada, presente o futura, que por la razón que sea, quiera comentar o traer a la sesión. Esto sirve de punto de partida. En el transcurso de las sesiones se trata de que vaya aflorando el mundo psíquico de la persona (cómo es por dentro, por decirlo así), más allá de los hechos que hayan pasado, acontecimientos, recuerdos, etc. 

Que se vaya poniendo sobre el tapete, los determinantes psíquicos de la persona, su mundo interno. De esta manera se puede tratar con él analizarlo y en definitiva poder buscar alternativas. Para ello lo mejor es poder utilizar las técnicas, dramatizaciones, ejercicios, etc. que mejor se adecúen a la persona y a lo que le pasa.

Evidentemente a cambiar. Ese cambio implica una disminución del sufrimiento y un mayor bienestar. 

De una manera más amplia: a conocerte más, saber lo que te determina y condiciona a nivel psíquico, a establecer pequeños cambios en tu vida, a flexibilizarte y modular la personalidad, a disminuir la autoexigencia en ocasiones, a tener una visión más humana y menos culpabilizadora sobre ti mismo, a relacionarte de manera más armónica, a revisar las idealizaciones y verse menos atrapado por ellas.

A luchar por lo tuyo y poder aceptar y asumir lo que no es modificable.

En absoluto. Acudir a un psicólogo/a significa querer cambiar cosas de tu vida, darte cuenta de que algo no funciona y tomar responsabilidad en eso. Lo cual demuestra bastante cordura ya de por sí.

La división loco-normal o cuerdo, no responde a la realidad. Las estadísticas además lo desmienten, casi todo el mundo ha pasado en su vida por un periodo de depresión, ansiedad, bloqueo, duelo, etc. Si esto nos limita o nos produce un exceso de sufrimiento es necesario pedir ayuda profesional.

El itinerario formativo de cada uno así como el hecho de que los Psiquiatras prescriben recetas y los Psicólogos no. El Psiquiatra ha estudiado la carrera de Medicina.

Son médicos y posteriormente realizaron 4 años de formación especializada a través del examen MIR, realizando la residencia en diferentes unidades: hospitales, centros de salud, de rehabilitación, etc.

Se suelen centrar más que en la terapia psicológica, en el tratamiento farmacológico. Lo que no significa que no haya Psiquiatras que se hayan interesado y formado también en terapias psicológicas.

El Psicólogo estudió la carrera de Psicología. Si además es Psicólogo Clínico realizó la especialidad al igual que el psiquiatra a través del examen PIR, en las mismas unidades, hospitales, hospitales de día, centros de salud. Si bien el Psiquiatra está más especializado en los aspectos físiológicos (es médico) y farmacológicos, el Psicólogo está más especializado en los aspectos mentales, comportamentales y relacionales.

Dependerá de cada caso. En muchas ocasiones la combinación de terapia psicológica más farmacológica es más eficaz. Especialmente en los casos más graves o que están produciendo un sufrimiento grande que no permite a la persona desarrollar su vida en los aspectos más básicos. Esto se tratará en las primeras sesiones y se acordará con el paciente. Los fármacos hay que entenderlos como una ayuda, una muleta que ayuda a equilibrar a la persona. Pero nadie se plantearía no acudir a rehabilitación y conformarse con tomar pastillas toda la vida.

Lo esencial es el abordaje de los conflictos, vínculos dolorosos, y entender cómo poco a poco uno ha ido construyéndose a sí mismo, su personalidad, de manera condicionada, intentando evitar el dolor defendiéndose como ha podido. Lo cual en un momento dado pudo ser adaptativo, y quizás con el tiempo ha dejado de serlo y ha cristalizado en sufrimiento. Por eso es esencial la parte psicológica.

En la primera sesión se te pediremos algunos datos para poder abrir tu historia clínica. Como por ejemplo: nombre y apellidos, teléfono, edad, estado civil y profesión. Esos datos y todos los que proporciones sobre tu vida, tu salud o tu biografía están sujetos a la Ley de Protección de datos así como también al Código Deontólogico del Colegio Oficial de Psicólogos.

Por tanto tus datos están protegidos, no pueden ser cedidos a terceras personas, ni por escrito ni verbalmente a otros familiares, etc.

Dependerá de cada caso. Lo más habitual es una frecuencia de 1 vez/semana. Aunque esto es algo a acordar en la primera sesión. Más allá de que esto sea lo habitual, las necesidades y posibilidades de cada persona son diferentes y la periodicidad de las citas se puede ajustar a cada caso concreto.